Coque Malla en el Quarter General Luque (Inca)

El mal tiempo y la previsión de una fuerte tormenta no desalentó que un nutrido público, en su mayoría veteranos amantes del pop y la movida madrileña, acudieran el sábado 21 de septiembre al Quarter General Luque de Inca para vivir el directo del emblemático cantante y compositor Coque Malla, en el concierto organizado por el Teatre Principal d’Inca. El madrileño, junto a su banda, repetía cita en Mallorca, en esta ocasión para presentar los temas de su último trabajo de estudio Aunque estemos muertos (Warner Music Spain), publicado en 2023, año en que también recogió el Premio Ondas a la Trayectoria Musical.

Que el agua y la electricidad no son buenas alidadas en lo que a los equipos técnicos se refiere, es bien sabido. Prueba de ello fue el fallo eléctrico que nos dejó sin sonido a los pocos minutos de subir a escena, cuando Malla interpretaba «Místico», el primer tema de la noche. La falta de electricidad hizo parar el directo unos minutos y subir la adrenalina de los técnicos para resolver cuanto antes los problemas. Una breve interrupción que el artista no quiso robar a los presentes, retomando su actuación desde el principio nada más volver a escena. Un gesto de profesionalidad y amabilidad, tanto con los presentes como con el equipo del Teatre Principal, responsable de la producción, que volvió a repetir en varias ocasiones durante las casi dos horas que duró el show. Como buen actor, Coque, durante los minutos de parón, supo entretener a la audiencia con un simpático guiño, alabándose él mismo su look en el que resaltaba una llamativa camisa blanca con grandes estrellas rojas estampadas. La prenda le confería un toque circense que más tarde supo bien aprovechar sobre las tablas.

Coque estuvo magníficamente acompañado de su banda, en formación de quinteto, con Amable Rodríguez a la guitarra, David Lads a los teclados, Héctor Rojo al bajo y Gabriel Marijuán a la batería. La narrativa de sus temas nos hace recordar a grandes poetas americanos, como Cohen o Lou Reed, con unas letras en las que convergen los altibajos y durezas que conlleva esta vida. Ejemplos como: «El saco de los sueños», «Extraterrestre», «Bla Bla» o el propio título del álbum: «Aunque estemos muertos», donde el veterano rockero transmite sus vivencias de más de 30 años sobre las tablas. Hablamos de un artista polifacético, que destaca como compositor, intérprete, poeta, actor… y que además es un gran melómano. Por lo que, desde su posición privilegiada, quiso expresar a los asistentes las diferentes conexiones que se dan en los directos.

Hay conciertos en que la banda va por un lado y el publico por otro, y está bien, pero hay otros en los que convergen en sintonía y comulgan, y esta noche ha sucedido aquí.

Porque Coque, además de su estupenda voz, mejorada si cabe a sus 54 años, desplegó simpatía, buen rollo y humildad. Que se sentía cómodo lo demostró por su dominio en las tablas, soltándose a bailar en varios temas, como «Solo queda música», en los que danzó con desenfreno y saltó con total libertad. En su interacción con el público tampoco se olvidó de pedir ocasionalmente un «rugido» de agradecimiento para su banda, sin olvidarse de los técnicos ni de los autores de las imágenes que se proyectaban durante la actuación. Y es que el espectáculo estuvo acompañado de visuales realizadas por el colectivo vj r.a., integrado por Miquel Àngel Raió (Inca), videoartista con una larga trayectoria haciendo visuales para espectáculos musicales, teatrales, museísticos, etc., y Conchi Almeda (Barcelona), actriz y artista residente en Mallorca. Este colectivo nació hace aproximadamente un año y ya lleva 5 proyectos realizados.

El rockero estuvo omnipresente durante las casi dos horas que duró el concierto. Un espectáculo que fue ganando intensidad con el paso de los minutos, pero sin que el músico aflojase ni abandonase en ningún momento las tablas. Sí que lo hizo la banda cuando este abordó sus temas más íntimos, uno de ellos interpretado a capela («Como los gatos salvajes»). Igualmente imparable fue el ir y venir, a modo de desfile, de más de una docena de diferentes modelos de guitarras, con las que Coque supo marcar diferentes acordes y matices para cada una de sus composiciones.

Momento de clímax: el susurro inicial del ya mítico himno «No puedo vivir sin tí». Y como era de esperar, no faltaron las populares canciones de Los Ronaldos, que nos regalaron imágenes casi ochenteras de brazos alzados para cantar, con el descaro de antaño, la letra de «Adiós Papá» o «Por las noches».

Finalmente, con «Me dejo Marchar» como bis y tras una veintena de temas, la banda se despedía con una foto de familia y reverencias a los presentes, que respondieron con una larga y sentida ovación. Un público que no quería retirarse, sino que demandaba más, demostrando que el rock y el pop de los ochenta, aunque sus seguidores tengamos ya una edad, todavía sigue muy vivo.